A LA MUJER QUE ME ENSEÑO A VIVIR…
PARA TI ABUELA.
Supongo que como a cualquiera, pensaba que la muerte de la persona que tanto amas no llegara…
Mariela Martínez Giraldo, mi abuela, fue esa mujer que desde nací se metió en el cuento de enseñarme a vivir. Gracias a ella, y sin vergüenza lo digo, se cocinar, lavar, barrer, trapear, todo, absolutamente todo para vivir.
Su niñez transcurrió en medio del campo trabajando y estudiando para ayudar a sus padres, atravesó muchas situaciones difíciles en su vida, lo que la hicieron una mujer fuerte y muy digno de admirar.
Ella era de esas mujeres que, aunque no tenía nada lo entregaba, así lo demostró cuando logro sacar adelante a sus dos hijos, cuando sin importar apodo a sus nietos y aunque no lo crean adoro a sus yernos.
No sé exactamente cuándo paso, pero un día su vida se dividió en dos al saber que debería enfrentar,
la diabetes hizo de su vida cambiara drásticamente. Desde ahí debería comenzar a cuidar de su salud, claro, si quería ver crecer a sus nietos, debía hacerlo.
A decir verdad, ella odiaba los médicos, era de esas personas que no limitarían sus vidas, solo porque una enfermedad así se lo decía, su famosa frase “de algo tendré que morirme” era el escudo y la excusa perfecta para no tomar medicinas y comer, a escondidas, dulces.
Pasaron varios años y finalmente ella logro acoplarse y poner frente a su enfermedad, aunque seguía siendo un poco necia frente al hecho de tomar sus medicinas, insistía en que “esas vainas aburren”, sin embargo; ella seguía tan fuerte, tan astuta, tan ella.
Fui su tercer nieto, el primero, Jimmy, él fue su adoración, por él luchó hasta que logro levantar vuelo por sí solo, el segundo, Kevin, llego para darle uno que otro dolor de cabeza, sus diabluras y desordenes enloquecían su cabeza.
Yo, por otro lado, el encargado de ayudarla, mi deber siempre fue estar a su lado, ayudarla con las bolsas pesadas, en la cocina y en todo cuanto me fuera posible. Supongo que esas tareas un tanto insignificantes, tal vez muy simples, pero que en mi dejaron una huella que jamás podrá ser borrada, ese tipo de cosas me creo un lazo fuerte entre nosotros.
Si un día me llegasen a preguntar que era o que más adoraba de ella, sus historias, sería mi respuesta, porque adoraba sentarme a tomar pony con pasta gala mientras ella me contaba, por ejemplo, como ayuntaban las brujas de los parques o como era que su papá, don Alfonzo, recibía a sus yernos con su revolver en mano, pero sin duda alguna, la historia que jamás olvidare, será la suya…
De ella, puedo decir, tengo muchos recuerdos, como, por ejemplo, cada noche que solíamos salir a caminar, nuestros viajes, como me enseñaba a cocinar, sus llamadas… son pequeñas cosas que, en mí, dejaron una marca gigante
El 13 de noviembre del año 2015, día fatídico que quebró por completo la historia de mi vida.
Aquel día, con extrañeza, me despedí de ella, las palabras “nos vamos, pero quien sabe si volvemos” dejarían eco en mi memoria…
Aquella noche, mi llegada a casa fue bastante normal, todo transcurría con normalidad, al menos hasta las 7 pm, una llamada rompió la calma de mi cena, “mi mamá” era lo único que podía decir mi madre.
Un accidente era la causa de su angustia, mi abuela, la víctima.
Una motocicleta que era perseguida por una patrulla de la policía había arrollado a mi abuela, lanzándola unos 10 metros sobre el borde de un andén, el golpe la había dejado inconsciente, pero sin un rasguño visible.
Para todos, aquella noche fue toda una tortura, mi abuela inconsciente, sin señales favorables de salud y la mitad de su cuerpo paralizado.
Al día siguiente sobre las 3 de la mañana su organismo perdió la lucha y finalmente perdió su vida.
En mi vida su partida a significado un cambio por completo, sentí que mi vida, literalmente acabo.
Pensar que la meta más importante en mi vida era sacarla a vivir como toda una reina, darle los lujos, los gustos y las comodidades que siempre se mereció…
Cada noche me pregunto, ¿qué pensaría de mí? ¿Qué diría del yo de ahora?...
Siempre me voy a reprochar por no haber ido aquella noche con ella, por no haberle dicho cuanto la amaba, duele profundamente ver que perdí la oportunidad de demostrar todo lo que mi corazón siente por ella.
A veces pienso que su partida fue muy injusta, porque ella no hacia mal a nadie, al contrario, muchas veces dejaba de lado sus necesidades por ayudar a los demás
Con su partida, la vida me dio la más dura y severa lección, porque siento que he vivido 17 años en vano, mis metas se derrumbaron, mis sueños se esfumaron y mis ganas se fueron…
El amor de mi vida, mi único y más sincero amor ya no está y solo me consuela pensar que algún día, no muy lejano volveré a encontrarme con ella.
Por ahora seguiré viviendo como ella me lo enseño, como una persona fuerte, que lucha hasta conseguir todo lo que quiere, sé que desde algún lugar me observa y me acompaña…
“En memoria de Mariela Martínez Giraldo. Amor de mi vida “